Estoy indignado. Como era poca la presión del sistema capitalista, que se ha inventado esta grave crisis que estamos sufriendo, ahora tenemos que soportar, seamos o no creyentes, la invasión de los integristas vaticanos y sus pequeños acólitos que, con su cara de gilipollas, se pasean por Madrid, a precios especiales, subvencionados con los impuestos que pagamos todos, creamos o no creamos. Además, impiden la movilidad de los ciudadanos con la toma de las calles principales de nuestra Capital, que han quedado cerradas al tráfico desde varios días antes de la llegada de su “jefe espiritual”. 60 líneas de autobús han modificado sus rutas.
Garantizada queda su seguridad con más de 10.000 policías, que se pagan con los presupuestos del Estado. Y, mientras tanto, en los días previos, esos mismos policías se han empleado a fondo para tomar el centro de Madrid, maltratar a los manifestantes del 15-M, e impedir, a ellos, y a todos los ciudadanos y visitantes, acceder o permanecer en la Puerta del Sol.
Se ha subvencionado el trasporte en un 80%, para los “peregrinos”, pocos días después de haber subido la tarifa en un 50%, para los usuarios que, todos los días, se dirigen a su trabajo o a la búsqueda del mismo.
No se cortan los dirigentes de la iglesia católica por el abuso cometido. Más bien, al contrario, nos insultan a los que nos oponemos, llamándonos “paletos”, como hace el arzobispo de Toledo, o “parásitos”, de lo que nos acusa el portavoz de la conferencia episcopal. ¡Ellos son los parásitos! No tienen vergüenza. Las cifras astronómicas que obtienen estas sanguijuelas de los presupuestos del estado y de los bolsillos de los españoles bastarían para financiar una ayuda digna a los parados de larga duración y sobraría para invertir en proyectos que crearan puestos de trabajo. Nos están robando nuestros recursos, les lavan el cerebro a nuestra juventud y nos quieren quitar la posibilidad de pensar libremente y opinar públicamente.
Estos buenos cristianos dirigen el gran negocio asociado a esta fatídica visita, ya que se reservan el 50% de todas las ventas de chucherías, que va directamente a sus arcas. Sin embargo, nos quieren hacer creer que todo este volumen económico va a representar grandes ingresos para el Estado Español. Ni siquiera los bares, restaurantes, hoteles o taxistas, están participando del negocio, porque los muchachos del papa vienen sin dinero y se alojan en colegios, polideportivos y parroquias.
Pero lo que realmente es más doloroso, proviniendo de estos corruptos hipócritas, es la intromisión en el espacio público, que es de todos, en un estado cuya constitución se declara aconfesional. Es duro pensar que todo esto ocurre cuando gobiernan los socialistas. Me pregunto si sería de obligatoria asistencia si gobernara la derecha.
No me resigno a observar impasible cómo esta organización integrista pisotea impunemente nuestros derechos; cómo este antiguo SS se permite venir a nuestro País, con su sonrisa boba, a abusar de nuestra tolerancia, mientras gran parte de nuestra ciudadanía está al borde de la quiebra económica, nuestra valiosa juventud se queda sin expectativas de futuro y a las personas dependientes les regatean una ayuda a la que les da derecho la ley.