Playa de Las Canteras

Playa de Las Canteras
Las Palmas de Gran Canaria

04 diciembre, 2009

Visita a Las Meninas

En el paseo de Recoletos, en el centro de Madrid, nos encontramos un conjunto de edificaciones que forman el Museo del Prado, que está considerada una de las mejores pinacotecas del mundo. En su interior aloja, entre otras, la mejor y más extensa colección de obras de Velázquez.
Presidiendo su fachada principal se encuentra la escultura sedente del pintor sevillano Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660).
La presencia de esta escultura en una ubicación tan significativa está justificada por su relevancia en la historia de la pintura de todos los tiempos y por la calidad y amplitud de la colección permanente.
Sin visitar la planta baja, nos dirigimos sin más preámbulos a su planta principal, en donde en una amplia sala, flanqueado por los más conocidos cuadros de Velázquez, que posee nuestra primera pinacoteca: Las Hilanderas, Los Borrachos, La Fragua de Vulcano, en el centro de todos, vemos Las Meninas, obra cumbre del pintor y uno de los máximos exponentes de la pintura barroca en España.
La obra de la que nos ocupamos es un lienzo de grandes dimensiones, 318x276 centímetros, pintado al óleo, en los últimos años de la vida de Velázquez (1656), que representa al propio autor, de pie frente al lienzo en el que está trabajando, mientras irrumpe en su estudio una escena familiar, que dio nombre en un primer momento al cuadro: La Familia [de Felipe IV].
Observamos a la infanta Margarita, hija de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, en ese momento heredera al trono, con cinco años de edad y vestida de blanco, en el centro de la composición y primer plano, flanqueada por sus damas de compañía, María Agustina de Sarmiento que, de rodillas, le ofrece una jarrita, e Isabel de Velasco, de pie al otro lado, haciendo una leve reverencia.
A nuestra derecha también están representados los bufones, la enana María Bárbola y Nicolasito Pertusato, que está dando una patada al perro, un mastín llamado León.
El pintor está representado con traje de corte, con la Cruz de Santiago en el pecho, reivindicando su condición de caballero e intelectual. En el momento en el que se pintó el cuadro, aún no se le había concedido en nombramiento de la orden, que obtuvo en 1658, por lo que se especula con la posibilidad de que la cruz fuera añadida con posterioridad.
Dignifica así el arte de la pintura que era considerado por sus contemporáneos como un trabajo artesanal impropio de los intelectuales. Mientras está realizando el retrato de la familia real, la pose del pintor más que de pintar es de reflexionar, dando a entender la base intelectual del oficio de pintor.
En un segundo plano observamos a la camarera mayor Marcela de Ulloa, que conversa con el guardadamas Diego Ruiz de Ascona.
Al fondo de la escena aparece José Nieto, mayordomo de palacio, en el vano de la puerta. Es precisamente esa puerta abierta la que ilumina lateralmente el fondo del cuadro. Este cuadro fue pintado para estar ubicado en un despacho real, dentro del Alcázar de Madrid, que tenía una entrada de luz desde ese mismo ángulo.
El mayordomo podría estar en esa posición, a la espera de los movimientos de los reyes, que se ven reflejados en el espejo, en el centro de la composición, mientras posan para el pintor.
La obra que en principio se tituló “La Familia”, en alusión a la escena familiar que representa, pasó a llamarse en el siglo XIX “Las Meninas”, por la presencia de la princesa Margarita, sus damas de honor y los bufones que le acompañan. El término “meninas”, que podría ser de origen portugués, está relacionado con la pequeña estatura de los personajes centrales de la escena.
Toda la acción transcurre en una estancia del Alcázar de Madrid, en dónde Velázquez tenía su estudio como pintor de la Corte, decorada con una serie de cuadros de carácter mitológico, que vemos en el fondo de la estancia.
Para finalizar, hemos de observar que la obra, máximo exponente de la pintura española del barroco, forma un conjunto espacial de extraordinaria complejidad, debido a la representación del propio autor en la escena y a la aparición de los personajes, objeto de la obra en la que está trabajando, reflejados en un espejo. Todo ello sitúa al espectador en el centro de la acción.


Fuente: Visita personal al Museo del Prado y su web institucional: http://www.museodelprado.es

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